Dios mío...

Ayúdame a decir la palabra de la verdad en la cara de los fuertes y a no mentir para congraciarme el aplauso de los débiles.


Si me das dinero, no tomes mi felicidad, y si me das fuerzas, no quites mi raciocinio.


Si me das éxito no me quites la humildad; y si me das humildad, no quites mi dignidad.


Ayúdame a conocer la otra cara de la imagen, y no me dejes acusar a mis adversarios, tachándoles de traidores porque no comparten mi criterio.


Enséñame a amar a los demás como me amo a mí mismo, y a juzgarme como lo hago con los demás.


No me dejes embriagar con el éxito cuando lo logre, ni desesperarme si fracaso.


Más bien, hazme siempre recordar que el fracaso es la prueba que antecede al éxito.


Enséñame que la tolerancia es el más alto grado de la fuerza y que el deseo de venganza es la primera manifestación de la debilidad.


Si me despojas del dinero, déjame la esperanza, y si me despojas del éxito, déjame la fuerza de voluntad para poder vencer el fracaso.


Si me despojas del don de la salud déjame la gracia de la fe.


Si hago daño a la gente, dame la fuerza de la disculpa, y si la gente me hace daño, dame la fuerza del perdón y la clemencia.


Dios mío... si yo me olvido de ti ¡Tú no te olvides de mí!

(MAHATMA GANDHI)



Desde mi Institución el deseo de Felices Fiestas.

Gustavo Foti
Vice presidente 2º de Cerenil
a cargo de la Suc. San Agustín

Del origen del universo, la equidistancia en el tiempo y el espacio y otros descubrimientos, por El Descubridor Alberto Juárez


Me interesé en el tema, estando en Buenos Aires, una lluviosa tarde de domingo, del mes de agosto, del año dos mil dos. La cuestión no es nada sencilla de entender y mucho menos de explicar.

Así, que no me quedó, más camino, que comenzar por el principio, profundizando los elementales conocimientos que poseo sobre la física cuántica. Revisé dos mil setecientos cuarenta y tres textos sobre el tema, sin lograr encontrar ni una sola de las respuestas que ansiosamente buscaba.

Recorrí el resto de las bibliotecas y librerías de esta gran ciudad y finalmente, en un estante de la Biblioteca Nacional del S.U.P.C.A (Sindicato Único de Pintores y Chapistas Argentinos), me topé con una copia de la tercera edición en alemán del “Tratado de Astronomía” de Galileo”.

Por unas horas, mientras duró mi frenética lectura, albergué alguna esperanza. Pero manos anónimas, alentadas por los tribunales de la Santa Inquisición, seguramente habían arrancado y quemado, la página siete mil setecientos veintidós, reemplazándola por una tapa de la Revista Gente de septiembre mil novecientos ochenta y ocho.

El resto del libro, no me arrojó ninguna respuesta, probablemente porque yo no entiendo nada de alemán.

¿Qué hacer? … ¿Cómo despejar mis dudas?… ¿A quién recurrir? …

Finalmente, decidí bucear en mi interior y meditar una respuesta, hundiéndome junto con mis dudas, en el ostracismo más profundo…

Pasaron los días y ni siquiera, la paciente contemplación, de la imágen de Sai Baba que colgaba de la pared de mi claustro, me inspiró la menor respuesta…

Consulté las Páginas Doradas y pude comprobar, para colmo de mis males, que ni el número telefónico de Claudio María Domínguez, ni el de Víctor Sueiro, figuraban en ella… sólo una discreta referencia, en la página de las “N” me hizo pensar en una última alternativa…

Descolgué el teléfono y llamé a la Nunciatura Apostólica en Buenos Aires.

Una voz amistosa me atendió en perfecto italiano, se podría decir que intuí, la “perfección” del idioma, porque, como me ocurre con el alemán, yo tampoco entiendo nada de italiano.

La charla, propiamente dicha, fue breve; para poder comunicarme, con mi ocasional interlocutor, tuve que valerme de mi rudimentario conocimiento de algunos dialectos Celtas, de un precario ingles y de algunas frases y expresiones muy usadas en las fábricas de quesos holandesas, para finalmente caer en la cuenta, que lo mejor sería continuar la charla en castellano, idioma, que por otra parte, tanto yo, como el obispo de Berazategui, hablamos a la perfección.

Intercambiamos saludos y nos despedimos, porque en realidad, él solo había pasado por la Nunciatura a saludar a un Presbítero amigo, hijo natural de su ex pareja y como “los años no vienen solos”, a pesar de lo comunicativo y extrovertido que se mostró conmigo, Su Eminencia, no tenía la menor idea, de por qué él había atendido el teléfono.

Con semejantes dificultades comunicacionales e idiomáticas, resulta fácil imaginar, lo difícil que me resultó solicitar y conseguir, una audiencia con Su Santidad y mucho más aún, considerando que yo no tenía el dinero suficiente para viajar a Roma.

Pero “la fe y la esperanza tienen sus recompensas”, así que oré…y oré y seguí orando, todavía un rato más…

Transcurrieron las horas y los días (en ese orden necesariamente) y finalmente, se agotó mi paciencia, mucho antes que se agotara la tercera edición del libro de La Nata, porque “ya casi no quedan giles en este país” (afirmación popular, bastante dudosa, si se analiza el resultado de las últimas elecciones Presidenciales)

Todo ese tiempo me pasé rezando, sin que pudiera constatar, a través del resultado, que alguno de mis rezos, siquiera fuera tomado en cuenta…

Aparentemente el Papa, seguía firme en su postura necesariamente dogmática, de no permitirme hacerle una llamada de cobro revertido.

Así que al duodécimo día de oración, decidí cambiar el método y enviar un e-mail directamente al Papa.

Hasta hoy, ningún alto dignatario, se dignó responderme, resulta evidente, que mientras Lita de Lazari y otros fundamentalistas católicos, continúen al frente de las instituciones que defienden a los consumidores, mis quejas sobre la calidad de “atención al cliente” en la Tierra , que he realizado al número 0800-PARAISO, no serán tomadas en cuenta para nada.

Así las cosas y sin poder recuperar, la página siete mil setecientos veintidós de la tercera edición en alemán del “Tratado de Astronomía” de Galileo, me decidí por arreglármelas solo… y me llevé al baño, la tapa de la revista Gente, ilustrada con la hermosa fotografía de una señorita artísticamente inyectada con siete metros cúbicos de siliconas.

Cansado de tanto vapuleo, me armé de paciencia, papel, lápiz y una vieja escuadra, desechando el compás, por considerarlo extremadamente peligroso y me puse a trazar ángulos, diagonales y bisectrices, apliqué todos mis conocimientos de trigonometría y trabajé concienzudamente durante aproximadamente quinientas veintiséis horas y media…

Cuando por fin encontré “La Verdad”, no salí de la bañadera gritando la helénica palabra, con marca de tinta china, en gran parte, para no hacerle más propaganda, a un producto que ya no se fabrica y en otra gran parte, porque cuando produje el hallazgo, no estaba en la bañadera, sino en el escritorio.

Así, que así nomás, simplemente y en forma mucho más castiza, grité: LO ENCONTRE!!! LO ENCONTRE!!!, que es lo mismo que decir Eureka!!! pero suena mucho menos jactancioso y salí de mi casa corriendo a comunicar a los cuatro vientos la buena nueva. Y desde ya, que lo hice vestido, existen cosas, como correr desnudo y gritando, que en la Plaza de Flores, se castigan mucho, pero mucho más severamente, que en la Acrópolis de Atenas.

Después de tanta penuria, después de tanta erudita investigación, después de todas esas horas de cálculo matemático, llegué a dos conclusiones irrefutables:

1) Que el Universo existe, existe, pero cómo y quién lo creó, es ya objeto de demasiadas controversias, como para agregar otra más, de dudosa legitimidad y para colmo, elaborada por un personaje totalmente carente de reputación científica.

2) Que dos puntos ubicados sobre una misma recta, se encuentran “entre sí” a la misma exacta distancia, es el otro de mis descubrimientos. Este último, como la radiación nuclear, “si” que tiene más de una aplicación práctica. Como ejemplo citaré sólo una de ellas:

El punto (2) de mi descubrimiento demuestra palmariamente, que entre Roma y Buenos Aires existe la mismísima distancia que entre Buenos Aires y Roma y lo mismo ocurre, crease o no, entre Buenos Aires y cualquier ciudad del mundo.

Imagínese el lector, los beneficios que mi descubrimiento, le aportará a las compañías de aeronavegación, que ahora, podrán calcular los costos de ida y vuelta en forma correcta, es decir, que podrán entonces simplificar sus tarifas, cobrando lo mismo un pasaje de Madrid a Buenos Aires que de Buenos Aires a Madrid.

Pero mi trabajo, como descubridor, no termina aquí, como les suele pasar a los científicos y filósofos de mayor renombre, al verme confrontado con una verdad científica por demás contundente… me surgieron cientos de nuevos interrogantes. Por ejemplo:

¿Por qué no viaja mi novia a visitarme a mi, en vez de tener que viajar siempre yo, si la distancia que nos separa es idéntica?… en fin, poco a poco este tipo de dudas colaterales fueron cediendo sólo aplicando mi experiencia y no me refiero exactamente a mi experiencia con las mujeres, sino a una gran cantidad de dichos populares que conozco gracias a mi abuelo y que resultan por demás prácticos, a la hora de buscarle una explicación a las más diversas contingencias de la vida.

Los dichos populares, son como un atajo, en el camino a la sabiduría, nos dan respuestas simples, a profundos secretos existenciales, sin su ayuda, para descubrir y entender estos misterios, perderíamos muchísimo más tiempo en la vida y correríamos el riesgo de quedarnos, sin el que si o si, necesitamos para poder hacer las colas.

Digamos, para ilustrar con un caso concreto al lector, que el dilema de la distancia y la comodidad, analizada desde la perspectiva del interés sexual de una pareja “standard” y sin tomar en cuenta complicados balances hormonales, resulta relativamente sencillo de resolver, aplicando como axioma, aquel refrán que hace referencia directa a la tracción comparada entre el bello púbico femenino y a la dupla de bestias de carga.

Si alguien quiere corroborar mi segunda teoría, le aconsejo que se limite a aplicar el último de mis métodos de investigación, me refiero al del lápiz, la regla y el papel… el otro, el de las bibliotecas, es demasiado largo como para recomendárselo incluso a Bioy Casares y solo comparable, en complejidad de interpretación, al manual de instrucciones del último martillo importado que compré.

Y no es que mi mente sea dispersa, pero no se que hubiera sido de esos redactores, (los de folletos instructivos) si el ser humano hubiera sido menos fanfarrón, en sus orígenes y los tristes y confusos sucesos de Babel, no hubieran ocurrido. “No hay mal que por bien no venga” hubiera dicho mi abuelo. Y es cierto, gracias a semejante despelote, que se armó hace miles de años, hoy un puñado de personas no engrosa las listas de desocupados.

Si necesita alguna ayuda para la interpretación más minuciosa de mis teorías puede comunicarse conmigo a mi casa, eso si, siempre y cuando me hable en castellano. El horario o el día, no tienen ninguna importancia, ya que, “como la fe es lo último que se pierde”, no pienso moverme de aquí. Sería una desconsideración muy grande no estar en casa, cuando el ex obispo de Cracovia, es decir, el mismísimo Papa, llame a mi puerta.

Escrito por el Descubridor, desde Buenos Aires, para Ninguna Cadena.


El primer premio o cuentito edificante para envidiosos. Enviado por Agustín

Soy Agustín de Necochea, tengo 20 años y soy hermano mayor de Juan, de 18
Por ahí, el cuento, es un poco largo, pero lo leí y me encantó. Me sentí un poco identificado. ¡Un beso y gracias!
Ah, es de Manuel Rodríguez.

El primer premio o cuentito edificante para envidiosos

Eran dos hermanos: Samuel y Daniel. Parecía que Dios les había dado los talentos de manera muy equilibrada porque mientras que Samuel, un año mayor que Daniel, tenía una inteligencia brillante y un afán muy grande por estudiar, Daniel era un deportista nato. Y dije equilibrio porque ni Samuel era torpe en los deportes ni Daniel era incapaz en los estudios. Es decir, en lo que no destacaban cumplían bastante bien. En palabras simples -por si un papá o una mamá está leyendo esto- un par de hijos para sentirse orgulloso y tranquilo.

Era el último año de primaria para Samuel y el penúltimo para Daniel. El mayor traía todos los meses excelentes reportes de sus avances en literatura, matemáticas, geografía, historia, arte y música. En deportes nada especial, ni muy bueno, ni muy malo. El menor en cambio traía medallas, trofeos en todos los deportes que hacía; fútbol, básquet, natación, tenis. Tenía una habilidad innata tan grande que, deporte que veía, deporte que aprendía tan bien que destacaba inmediatamente. En estudios, de forma inversamente proporcional a su hermano, nada especial, ni muy bueno, ni muy malo. Así transcurría tranquila la vida para los dos hermanos y sus papás. Hasta que ocurrió lo que da lugar a esta pequeña historia.

Terminaba el año y el colegio se preparaba para premiar a sus mejores alumnos. El coliseo estaba completamente lleno de papás y mamás. Algunos un poco aburridos de hacer todos los años lo mismo pero todos siempre esperanzados de ver a sus hijos crecer en estatura e inteligencia. El director dio un pequeño discurso sobre lo que se había hecho en el año, la importancia del estudio y el deporte para la formación de los chicos. Los que terminaban quinto de media dejaban la posta a los que recién iniciaban sus estudios. Más de una lágrima en papás, mamás y algún adolescente que se hacía el resfriado para disimular lo que sentía como si fuera vergonzoso emocionarse por terminar once años de estudios. Pero en fin, ese no es el asunto para el que se ha escrito esta historia.


La cosa fue en la premiación. Samuel, Daniel y sus papás sabían que esperarían casi hasta la mitad de la ceremonia porque los años superiores se premiaban al final de cada nivel. Llegaron a quinto de primaria y no hubo sorpresas. Terceros y segundos: los de siempre. Primeros los de siempre. Primer puesto general en deportes: Daniel L. En estudios: Enrique F.

Hasta ahí todavía no había ocurrido nada que quebrase la rutina de todos los años. Claro, tiene usted razón querido lector, si no ocurre algo inesperado para qué estaríamos contando la historia. Todo lo dicho hasta aquí sería irrelevante si no hubiera ocurrido lo que viene a continuación pero si no lo hubiéramos contado no podríamos decir qué es lo inesperado que dispara el asunto por el cual vale la pena contar la historia.

Vino la premiación de quinto de primaria. Terceros y segundos los de siempre. En algún caso un segundo era ahora tercero y un tercero, segundo. Y, dependiendo del humor de los papás, era drama o algo que se tomaba con serenidad. A mí, que nunca fui ni primero ni segundo, me parece que no habría que hacer un drama en ningún caso, pero qué le vamos a hacer…

Los papás –lo digo por si algún chico está leyendo esto- también tenemos nuestros problemas de valoración y se los colgamos a ustedes. Es injusto, lo se y lo sabemos. Pero qué le vamos a hacer. Cuando tengan ustedes sus hijos y sientan esta dulce angustia por ellos probablemente entiendan porqué hacemos dramas con eso de las notas o los deportes. Además hay que aprender a perdonar. Y perdonar es perdonar errores de a de veras, no cosas fáciles. Pero ese no es el asunto para el que se cuenta esta historia.

Además yo que tengo la autoridad de nunca haber sido –aunque ahora que me acuerdo alguna vez fui tercero- digo que ser segundo o tercero no está nada mal ¿No? Pero tampoco este asunto de los terceros y segundos es importante. La cosa ocurrió con el primer puesto en estudios. En deporte ya todos sabían: Daniel L. había ganado hasta a los de sexto. De verdad que era una especie de Aquiles escolar. Y por lo demás simpáticamente inconsciente de ser el mejor. A él lo que le gustaba es que los deportes existan y cuanta más gente los jugara para poder participar, más contento se sentía. Aunque no lo creas querido lector, hay gente así y a los que no fuimos ni terceros –aunque creo que sí, en segundo de primaria fui tercero… para ser sinceros de una vez, me acuerdo perfectamente y aquí conmigo tengo mi medalla de bronce- a veces nos gusta colgarles defectos que no tienen.

Qué le vamos a hacer… la naturaleza humana está herida por el pecado. Muchos hubieran querido que Daniel L. fuera soberbio o no saludara a los demás por ser él un triunfador indiscutible. Pero no, Daniel L. felicitaba a los segundos, a los terceros, a los cuartos, y hasta los últimos gordos miopes que no podían saltar una valla los animaba. Los abrazaba como si fuera su fan número uno. De verdad que le daba lo mismo perder o ganar. Créame querido lector, esa gente existe. Yo la he visto con estos ojos miopes.

Entonces. En deportes todo igual. En el pequeño mundo de sexto de primaria había una gran expectativa aunque cuando siempre ha sido primero el primero, la gran expectativa es de los segundos. Todos ya sabían que iba a ganar Samuel L. porque siempre había sido así. Pero no. Aquí ocurre lo que dispara el drama. No ganó Samuel. El director dijo otro nombre. El segundo era ahora primero y el primero, segundo.

Samuel era muy parecido al hermano pero no tenía esa generosidad que parece propia del deportista. No tengo ninguna teoría pero parece ser que los estudios lo encierran a uno un poco más en uno mismo. O en todo caso la vanidad de la inteligencia parece ser más dañina que la del cuerpo porque los límites no se ven tan claro. O, quien sabe, algo se le metió a Samuel en ese momento. Algo que no podemos explicar bien. Algún tipo de veneno le entró al corazón. Los viejos luchadores espirituales lo llaman envidia. La teología espiritual lo llama demonio. La gente de a pie en el Perú, piconería.

Todos se sorprendieron pero ahí quedó el asunto. Algún envidioso se alegró con la caída del primer puesto pero nada más. No fue así para Samuel. Las felicitaciones por el segundo puesto lo amargaban aún más. Y peor aún las felicitaciones por el primer puesto en deportes de su hermano. Y más grave todavía lo ponía la limpia generosidad con la que su hermano lo felicitaba. No llegó a pensar nada en concreto pero sentía que debía vengarse. No sabía de quién ni porqué. Le parecía que todo era injusto. Alguien debía tener la culpa por lo que le pasaba.

Gracias a Dios, y nunca tan bien dicho, los papás de Samuel no eran tontos –o no tanto- que no se dieran cuenta de lo que pasaba en el corazón de su hijo –aunque no lo crean, también hay padres así queridos chicos, yo los he visto con mis propios ojos miopes-. Veían crecer esa mala hierba en el corazón de su Samuel.

Un día fue el papá, claro, alentado por la mamá, el que decidió hablar con él. Y en el momento más oportuno. Y de la mejor manera –y no se escapa a quien está acostumbrado a leer estas cosas, no se escapa digo que Dios estaba en todo el asunto- se le ocurrió contarle la historia de Caín y Abel. Además lo hizo como contándole un problema suyo cuando era escolar. En síntesis, un genio este papá. Pero todos sabemos que el genio no era él, o no sólo él, sino que la genialidad brota, como siempre de esa semilla que Dios siembra en los papás –y en las mamás también- para que germine en el momento más oportuno.

La cosa es que cuando papá llegó a la parte en que Dios le pregunta a Caín porqué no puede levantar la cabeza, Samuel rompió a llorar y lo abrazó con todas sus fuerzas. El veneno había sido vomitado. Entonces todos en la familia –en el colegio no, porque son pocas las gentes que se dan cuenta de estas cosas tan importantes- digo todos en la familia, se dieron cuenta que Samuel había ganado en realidad el primer premio. Y hasta la alegría de Daniel fue superada por la de su querido hermano mayor.

Manuel Rodríguez



Manuel Rodríguez: Tengo varios años de papá. Tengo muchos más de hijo. Siendo hijo me sabía quejar de mis papás. Siendo papá me sabía quejar de mis hijos como probablemente se quejaron de mí mis papás. Un día decidí dejar las quejas y tratar de vivir con sensatez las dos cosas. Bien difícil había sido, oiga. Así que el otro día se me ocurrió escribir la experiencia, no vaya a ser que haya otros papás (y mamás) en similar situación. Y otro día más decidí poner todo en un blog. Y aquí estamos, esperando ayudar y ser ayudados.

Amor-amor que es, simplemente amor. Amor y amor... ¡y nada más que amor! - Contesta VIC de Ávila

¡Todo era amoramor! No había nada más que amor.
En todas partes se encontraba amor. No se podía hablar más que de amor.
Amor pasado por agua, a la vainilla, amor al portador, amor a plazos. Amor analizable, analizado. Amor ultramarino. Amor ecuestre.
Amor de cartón piedra, amor con leche… lleno de prevenciones, de preventivos; lleno de cortocircuitos, de cortapisas.
Amor con una gran M, con una M mayúscula, chorreado de merengue, cubierto de flores blancas…
Amor espermatozoito, esperantista.
Amor desinfectado, amor untuoso…
Amor con sus accesorios, con sus repuestos; con sus faltas de puntualidad, de ortografía; con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.
Amor que incendia el corazón de los orangutanes, de los bomberos. Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas, que arranca los botones de los botines, que se alimenta de encelo y de ensalada.
Amor impostergable y amor impuesto.
Amor incandescente y amor incauto.
Amor indeformable. Amor desnudo.
Amor-amor que es, simplemente amor. Amor y amor… ¡y nada más que amor!


Oliverio, Girondo (1891 – 1967) Poeta argentino que adhirió a la estática de las vanguardias durante la década del ´20. Su obra marcó la literatura argentina contemporánea. Entre sus títulos más destacados están: Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, Espantapájaros, Persuasión de los días, En la masmédula.

“Todo era amor” en Espantapájaros, 1932. Tomado para la edición de Veinte poemas para ser leídos en el tranvía…, Buenos Aires, Biblioteca Básica Argentina, Centro Editor de América Latina, 1991. Gentileza herederos de Girondo.


Video: Emilie Simon Flowers



Gentileza: Vagabundia

Emilie Simon: Flowers (traducida al castellano)

i want to buy you flowers (quiero comprarte flores)
it's such a shame you're a boy (es una pena que seas un chico)
but when you are not a girl (pero cuando no eres una chica)
nobody buys you flowers (nadie te compra flores)

i want to buy you flowers (quiero comprarte flores)
and now i'm standing in the shop (y ahora estoy parada en la tienda)
i must confess i wonder (confieso que quiero saber)
if you will like my flowers (si te van a gustar mis flores)

you are so sweet and i'm so alone (eres tan dulce y yo estoy tan sola)
oh darling please (oh, querido, por favor)
tell me you're the one (dime que tú eres el que espero)

i'll buy you flowers (te voy a comprar flores)
i'll buy you flowers (te voy a comprar flores)
like not other girl did before (como ninguna chica hizo antes)

you were so sweet and i was in love (eras tan dulce y yo estaba enamorada)
oh darling don't tell me (oh, querido, no me digas)
you found another girl (que encontraste otra chica)
forget the flowers (olvídate de las flores)
because the flowers (porque las flores)
never last for ever (nunca duran para siempre)
never last for ever (nunca duran para siempre)
never last for ever (nunca duran para siempre)
my love (mi amor)
.................................
Imágen seleccionada:

¿Qué es? Pregunta Alberto Juárez

Estar alegre, suave, áspero
triste
ardiente, deseado, apasionado
animoso, altivo.
Mezcla rara de un sentir dulce
desnudo, transparente, tierno
extraño, eterno, fugaz
deleitoso, atrevido, esquivo.
Ser humilde
hermoso, fragante, puro
inquieto, inocente, culpable
insobornable
íntimo
infinito, liberal, leal
mortal.
Mostrarse
nostalgioso, ofendido
prodigioso, profundo
seguro, incierto, perdido
receloso, satisfecho
callado
cobarde, valiente, fugitivo.
El amor
¿un sustantivo?


( photo by gelliespinault )

GRANDES INSULTOS – de Oliverio Girondo -

Aquí les traigo un texto de Oliverio Girondo, donde hay una serie de insultos bastante imaginativos.

ESPANTAPÁJAROS 21

Que
los ruidos te perforen los dientes, como una lima de dentista, y la memoria se te llene de herrumbre, de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros, una pata de araña; que sólo puedas alimentarte de barajas usadas y que el sueño te reduzca, como una aplanadora, al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle, hasta los faroles te corran a patadas, que un fanatismo irresistible te obligue a posternarte ante los tachos de basura y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un meadero.
Que cuando quieras decir "Mi amor" digas "Pescado frito"; que tus manos intenten estrangularte a cada rato, y que en vez de tirar el cigarrillo, seas tú quien se arroje a las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones; que al acostarse junto a ti; se metamorfosee en sanguijuela, y que después de parir un cuervo, alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto, para que los espejos, al mirarte, se suiciden de repugnancia, que tu único entretenimiento consista en instalarte en la sala de espera de los dentistas, disfrazado de cocodrilo, y que te enamores, tan locamente, de una caja de hierro, que no puedas dejar, ni un sólo instante, de lamerle la cerradura.

Oliverio Girondo, Espantapájaros y otros cuentos.

Gentileza: María Luján

“Soy de Mercedes, provincia de Buenos Aires, Argentina. Tengo 18 años y estoy recibida de soñadora compulsiva”.
 
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