Carta de un homosexual (España, 3 de julio de 2010)

Hoy, 3 de julio, se celebra el día del Orgullo Gay. Sin embargo, muchos pensamos que, más allá de una fiesta de lentejuelas, plataformas y carrozas, el ser gay implica otras muchas cuestiones que quedan lejos de un mero cliché. Muchos heterosexuales no conocen de cerca a ningún homosexual y cuando se les muestra un espectáculo como este, repleto de meras etiquetas, puede resultar hasta lógico que se tienda a generalizar, juzgar o criticar sin más.
A mí personalmente, me da vergüenza ver en la televisión como, por poner un ejemplo, cierto presentador gay reconocido a veces hace apología de su homosexualidad con comentarios como 'Si no eres promiscuo, eres hetero', que aunque se supone que son cosas que se dicen en broma, da una muy mala imagen de la homosexualidad; O como series premiadas como 'Sexo en Nueva York' (Sex & the city), tratan el tema de los gays de una forma muy banal y superflua. No queda atrás el ejemplo de convertir el tema en un espectáculo de luces y de performance en el que, se dice, sirve para reivindicar la homosexualidad. Por contra, hoy prefiero publicar aquí una forma que considero mucho más acertada para reivindicar y conocer un poco más de cerca el auténtico orgullo gay. Se trata de la carta de un amigo. Espero que os guste.

Me conozco. Me quiero. Me quieren:

Siento el beneplácito de poder afirmarle al mundo que soy homosexual… ¿Pero qué implica este término? ¿Qué connotaciones tiene? ¿Qué piensa una persona o, mejor dicho, que siente cuando empieza a descubrir que no es ‘como los demás’?

Personalmente he tenido novias en la adolescencia, convencido de que era eso lo que me iba y sin plantearme nada más allá. Sin embargo, cuando cumplí los 18, empecé a entrar en chats de gays con una amiga para hacer un poco el tonto y ‘coquetear’ con personas de mi mismo sexo. Era un juego; Una tontería… ¿Qué podía pasar? A lo peor quedaría con uno de ellos para tomar un café y tener algún amigo ‘marica’.

Eso fue lo que pasó. Eso y mucho más… Me creé una cuenta de Messenger sólo para mis ‘contactos de chat’ y, con el pasar de los meses, di el paso de quedar con uno de tantos vaciles… ¿Por qué no? Me preguntaba entonces.

Recuerdo que era un tipo mayor que yo, de veintitantos años; Y que estudiaba económicas en la Complutense. Vino a recogerme en coche, pero le cité en una calle anónima para que ninguno de los dos supiera donde vivía el otro. Sabía que aquello que era una especie de cita, ya no era un juego. Sin embargo, de momento, seguía sin pensarlo demasiado.

Dimos un paseo y compramos unas hamburguesas para comerlas por el camino. Después mi amigo nos condujo en su coche hasta el parking del anatómico forense que queda detrás de su edificio en la Complutense. Se detuvo. No había nadie alrededor y yo sabía que algo iba a suceder… ¿Pero por qué? ¿Quería yo esto? Pues aunque increíble, me vi en esa situación sin pensarlo demasiado y esas preguntas que me hago ahora, entonces corrían menos que las respuestas. Allí estábamos los dos tras haber cenado nuestra comida grasienta sin saber muy bien qué hacer.

El muchacho me dijo, así, de repente, que debía de lanzarme yo porque él era muy tímido. Me reí… ¿Lanzarme de qué? ¡Si soy hétero! Pero los dos sabíamos lo que éramos, sin querer reconocerlo.

Me empezó a acariciar el muslo y mi corazón parecía que iba a salírseme del pecho a cada latido. Estaba muy nervioso y me temblaba hasta el pelo. Sentí miedo; Miedo de verdad… Emanaba desde el corazón y cruzaba por cada una de mis extremidades.


Nos besamos y, sólo unos minutos después, nos fuimos a su apartamento para terminar una faena que nunca supe bien cómo empezó ni por qué yo me dejaba llevar por todo aquel teatro.

Cuando llegué a casa me sentía sucio… ¿Yo maricón? ¡Ni hablar! Vengo de una familia tradicional y me han enseñado ciertos valores que distan mucho de toda esa parafernalia homosexual que nos enseñaban, entonces, los medios de comunicación o algún que otro compañero del colegio muy mariquita. Me lo negué hasta la saciedad y hasta pensé en el suicidio. Yo no podía ser algo así. Me daba asco serlo y, por supuesto, mucho menos me planteaba entonces nada más allá que eso.

¿Dónde habían quedado las chicas del colegio que me gustaron? Pues quedaron en el colegio, ¿Dónde mi orgullo de macho que se ríe de los maricas? En ningún sitio… Ese macho andaba tan perdido que no sabía ni lo que quería para sí mismo; O mucho peor. En el fondo, siempre lo había sabido.

Unos meses después empecé a salir por el ambiente madrileño (Chueca y todo eso)… Pero allí vi a muchos chicos como yo que se liaban los unos con los otros o que incluso presumían de lo mariquitas que eran. No me sentía identificado para nada con todo ese rollo. Pero una noche conocí a un chico, también mayor que yo (10 años, concretamente) que era muy ‘como yo’; Un chico corriente y que encima se sentía atraído por mí.

Me gustó mucho. Demasiado.

Entonces, allá por la primavera de 2005, me escapaba de casa, donde seguía siendo el chico hétero y ‘normal’, para caer en los brazos de mi primer amor y refugiarme entre ellos de un mundo muy complicado donde si estabas dentro de chueca sólo eras un maricón más, y si estabas fuera, todo el mundo te miraba mal.

He tenido muchas relaciones fallidas, malas, tristes, desoladoras, cómicas y, por encima de todo, muy humanas. Este primer amor se trasladó a otra ciudad porque en Madrid las cosas no le iban demasiado bien y entonces emprendí mi camino sin refugios a los que acudir. Cuando se lo conté a mis padres, unos años después, mi padre se puso a llorar. Estaba desolado. Me dijo que no estaba preparado para algo como eso en uno de sus hijos y, en resumen… Me mandaron a un psicólogo…. ¿Y yo? Volvía a sentirme un puto monstruo atrapado en un mundo de valores tradicionales y de gente perfecta.

Sea como fuere, la psicóloga me supo comprender y no tuve que ir más de una vez a sus sesiones. Marga, que así se llamaba ella, le escribió una carta a mis padres para decirles que, pese a todo, soy una persona normal y que, si pecaba de algo, era de ser demasiado bueno para un mundo donde existen demasiadas cosas malas.

Desde entonces el tema en casa fue tabú.

Tuve otros novios como he comentado y a mis padres les hacía poca gracia. Eso fue así durante unos años más, porque al fin y al cabo a todos nos costó asimilar lo que yo era (A mí el primero).

Hoy, 3 de Julio de 2010 (Día del orgullo gay), han pasado 6 años desde aquel primer paso. Tengo novio desde hace 2 y es la persona por la que daría mi vida entera. Estoy felizmente enamorado y ayer, que me gradué, mis padres nos invitaron a cenar a los dos (Y aunque el tema no se habla con total normalidad, puedo decir que todas las personas a las que siempre he querido, han terminado aceptándome como soy y lo que quiero para mí y para mi vida).

Como veis muy en resumen, No ha sido un camino fácil y, para las personas que todavía se estén conociendo a sí mismas o no se planteen las cosas tal y como muchas veces son, animarles y apoyarles. Deben saber que no es sencillo. De hecho, es demasiado complicado; Pero cuando te conoces y te das a conocer entre tus seres queridos, la recompensa puede ser maravillosa. Y los que te rechacen es porque no te merecen a su lado.

Hoy sí puedo decir que soy feliz. Muy feliz.
Os lo prometo.

Gentileza: Un Universitario Cualquiera
 
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