Dios mío...

Ayúdame a decir la palabra de la verdad en la cara de los fuertes y a no mentir para congraciarme el aplauso de los débiles.


Si me das dinero, no tomes mi felicidad, y si me das fuerzas, no quites mi raciocinio.


Si me das éxito no me quites la humildad; y si me das humildad, no quites mi dignidad.


Ayúdame a conocer la otra cara de la imagen, y no me dejes acusar a mis adversarios, tachándoles de traidores porque no comparten mi criterio.


Enséñame a amar a los demás como me amo a mí mismo, y a juzgarme como lo hago con los demás.


No me dejes embriagar con el éxito cuando lo logre, ni desesperarme si fracaso.


Más bien, hazme siempre recordar que el fracaso es la prueba que antecede al éxito.


Enséñame que la tolerancia es el más alto grado de la fuerza y que el deseo de venganza es la primera manifestación de la debilidad.


Si me despojas del dinero, déjame la esperanza, y si me despojas del éxito, déjame la fuerza de voluntad para poder vencer el fracaso.


Si me despojas del don de la salud déjame la gracia de la fe.


Si hago daño a la gente, dame la fuerza de la disculpa, y si la gente me hace daño, dame la fuerza del perdón y la clemencia.


Dios mío... si yo me olvido de ti ¡Tú no te olvides de mí!

(MAHATMA GANDHI)



Desde mi Institución el deseo de Felices Fiestas.

Gustavo Foti
Vice presidente 2º de Cerenil
a cargo de la Suc. San Agustín

Del origen del universo, la equidistancia en el tiempo y el espacio y otros descubrimientos, por El Descubridor Alberto Juárez


Me interesé en el tema, estando en Buenos Aires, una lluviosa tarde de domingo, del mes de agosto, del año dos mil dos. La cuestión no es nada sencilla de entender y mucho menos de explicar.

Así, que no me quedó, más camino, que comenzar por el principio, profundizando los elementales conocimientos que poseo sobre la física cuántica. Revisé dos mil setecientos cuarenta y tres textos sobre el tema, sin lograr encontrar ni una sola de las respuestas que ansiosamente buscaba.

Recorrí el resto de las bibliotecas y librerías de esta gran ciudad y finalmente, en un estante de la Biblioteca Nacional del S.U.P.C.A (Sindicato Único de Pintores y Chapistas Argentinos), me topé con una copia de la tercera edición en alemán del “Tratado de Astronomía” de Galileo”.

Por unas horas, mientras duró mi frenética lectura, albergué alguna esperanza. Pero manos anónimas, alentadas por los tribunales de la Santa Inquisición, seguramente habían arrancado y quemado, la página siete mil setecientos veintidós, reemplazándola por una tapa de la Revista Gente de septiembre mil novecientos ochenta y ocho.

El resto del libro, no me arrojó ninguna respuesta, probablemente porque yo no entiendo nada de alemán.

¿Qué hacer? … ¿Cómo despejar mis dudas?… ¿A quién recurrir? …

Finalmente, decidí bucear en mi interior y meditar una respuesta, hundiéndome junto con mis dudas, en el ostracismo más profundo…

Pasaron los días y ni siquiera, la paciente contemplación, de la imágen de Sai Baba que colgaba de la pared de mi claustro, me inspiró la menor respuesta…

Consulté las Páginas Doradas y pude comprobar, para colmo de mis males, que ni el número telefónico de Claudio María Domínguez, ni el de Víctor Sueiro, figuraban en ella… sólo una discreta referencia, en la página de las “N” me hizo pensar en una última alternativa…

Descolgué el teléfono y llamé a la Nunciatura Apostólica en Buenos Aires.

Una voz amistosa me atendió en perfecto italiano, se podría decir que intuí, la “perfección” del idioma, porque, como me ocurre con el alemán, yo tampoco entiendo nada de italiano.

La charla, propiamente dicha, fue breve; para poder comunicarme, con mi ocasional interlocutor, tuve que valerme de mi rudimentario conocimiento de algunos dialectos Celtas, de un precario ingles y de algunas frases y expresiones muy usadas en las fábricas de quesos holandesas, para finalmente caer en la cuenta, que lo mejor sería continuar la charla en castellano, idioma, que por otra parte, tanto yo, como el obispo de Berazategui, hablamos a la perfección.

Intercambiamos saludos y nos despedimos, porque en realidad, él solo había pasado por la Nunciatura a saludar a un Presbítero amigo, hijo natural de su ex pareja y como “los años no vienen solos”, a pesar de lo comunicativo y extrovertido que se mostró conmigo, Su Eminencia, no tenía la menor idea, de por qué él había atendido el teléfono.

Con semejantes dificultades comunicacionales e idiomáticas, resulta fácil imaginar, lo difícil que me resultó solicitar y conseguir, una audiencia con Su Santidad y mucho más aún, considerando que yo no tenía el dinero suficiente para viajar a Roma.

Pero “la fe y la esperanza tienen sus recompensas”, así que oré…y oré y seguí orando, todavía un rato más…

Transcurrieron las horas y los días (en ese orden necesariamente) y finalmente, se agotó mi paciencia, mucho antes que se agotara la tercera edición del libro de La Nata, porque “ya casi no quedan giles en este país” (afirmación popular, bastante dudosa, si se analiza el resultado de las últimas elecciones Presidenciales)

Todo ese tiempo me pasé rezando, sin que pudiera constatar, a través del resultado, que alguno de mis rezos, siquiera fuera tomado en cuenta…

Aparentemente el Papa, seguía firme en su postura necesariamente dogmática, de no permitirme hacerle una llamada de cobro revertido.

Así que al duodécimo día de oración, decidí cambiar el método y enviar un e-mail directamente al Papa.

Hasta hoy, ningún alto dignatario, se dignó responderme, resulta evidente, que mientras Lita de Lazari y otros fundamentalistas católicos, continúen al frente de las instituciones que defienden a los consumidores, mis quejas sobre la calidad de “atención al cliente” en la Tierra , que he realizado al número 0800-PARAISO, no serán tomadas en cuenta para nada.

Así las cosas y sin poder recuperar, la página siete mil setecientos veintidós de la tercera edición en alemán del “Tratado de Astronomía” de Galileo, me decidí por arreglármelas solo… y me llevé al baño, la tapa de la revista Gente, ilustrada con la hermosa fotografía de una señorita artísticamente inyectada con siete metros cúbicos de siliconas.

Cansado de tanto vapuleo, me armé de paciencia, papel, lápiz y una vieja escuadra, desechando el compás, por considerarlo extremadamente peligroso y me puse a trazar ángulos, diagonales y bisectrices, apliqué todos mis conocimientos de trigonometría y trabajé concienzudamente durante aproximadamente quinientas veintiséis horas y media…

Cuando por fin encontré “La Verdad”, no salí de la bañadera gritando la helénica palabra, con marca de tinta china, en gran parte, para no hacerle más propaganda, a un producto que ya no se fabrica y en otra gran parte, porque cuando produje el hallazgo, no estaba en la bañadera, sino en el escritorio.

Así, que así nomás, simplemente y en forma mucho más castiza, grité: LO ENCONTRE!!! LO ENCONTRE!!!, que es lo mismo que decir Eureka!!! pero suena mucho menos jactancioso y salí de mi casa corriendo a comunicar a los cuatro vientos la buena nueva. Y desde ya, que lo hice vestido, existen cosas, como correr desnudo y gritando, que en la Plaza de Flores, se castigan mucho, pero mucho más severamente, que en la Acrópolis de Atenas.

Después de tanta penuria, después de tanta erudita investigación, después de todas esas horas de cálculo matemático, llegué a dos conclusiones irrefutables:

1) Que el Universo existe, existe, pero cómo y quién lo creó, es ya objeto de demasiadas controversias, como para agregar otra más, de dudosa legitimidad y para colmo, elaborada por un personaje totalmente carente de reputación científica.

2) Que dos puntos ubicados sobre una misma recta, se encuentran “entre sí” a la misma exacta distancia, es el otro de mis descubrimientos. Este último, como la radiación nuclear, “si” que tiene más de una aplicación práctica. Como ejemplo citaré sólo una de ellas:

El punto (2) de mi descubrimiento demuestra palmariamente, que entre Roma y Buenos Aires existe la mismísima distancia que entre Buenos Aires y Roma y lo mismo ocurre, crease o no, entre Buenos Aires y cualquier ciudad del mundo.

Imagínese el lector, los beneficios que mi descubrimiento, le aportará a las compañías de aeronavegación, que ahora, podrán calcular los costos de ida y vuelta en forma correcta, es decir, que podrán entonces simplificar sus tarifas, cobrando lo mismo un pasaje de Madrid a Buenos Aires que de Buenos Aires a Madrid.

Pero mi trabajo, como descubridor, no termina aquí, como les suele pasar a los científicos y filósofos de mayor renombre, al verme confrontado con una verdad científica por demás contundente… me surgieron cientos de nuevos interrogantes. Por ejemplo:

¿Por qué no viaja mi novia a visitarme a mi, en vez de tener que viajar siempre yo, si la distancia que nos separa es idéntica?… en fin, poco a poco este tipo de dudas colaterales fueron cediendo sólo aplicando mi experiencia y no me refiero exactamente a mi experiencia con las mujeres, sino a una gran cantidad de dichos populares que conozco gracias a mi abuelo y que resultan por demás prácticos, a la hora de buscarle una explicación a las más diversas contingencias de la vida.

Los dichos populares, son como un atajo, en el camino a la sabiduría, nos dan respuestas simples, a profundos secretos existenciales, sin su ayuda, para descubrir y entender estos misterios, perderíamos muchísimo más tiempo en la vida y correríamos el riesgo de quedarnos, sin el que si o si, necesitamos para poder hacer las colas.

Digamos, para ilustrar con un caso concreto al lector, que el dilema de la distancia y la comodidad, analizada desde la perspectiva del interés sexual de una pareja “standard” y sin tomar en cuenta complicados balances hormonales, resulta relativamente sencillo de resolver, aplicando como axioma, aquel refrán que hace referencia directa a la tracción comparada entre el bello púbico femenino y a la dupla de bestias de carga.

Si alguien quiere corroborar mi segunda teoría, le aconsejo que se limite a aplicar el último de mis métodos de investigación, me refiero al del lápiz, la regla y el papel… el otro, el de las bibliotecas, es demasiado largo como para recomendárselo incluso a Bioy Casares y solo comparable, en complejidad de interpretación, al manual de instrucciones del último martillo importado que compré.

Y no es que mi mente sea dispersa, pero no se que hubiera sido de esos redactores, (los de folletos instructivos) si el ser humano hubiera sido menos fanfarrón, en sus orígenes y los tristes y confusos sucesos de Babel, no hubieran ocurrido. “No hay mal que por bien no venga” hubiera dicho mi abuelo. Y es cierto, gracias a semejante despelote, que se armó hace miles de años, hoy un puñado de personas no engrosa las listas de desocupados.

Si necesita alguna ayuda para la interpretación más minuciosa de mis teorías puede comunicarse conmigo a mi casa, eso si, siempre y cuando me hable en castellano. El horario o el día, no tienen ninguna importancia, ya que, “como la fe es lo último que se pierde”, no pienso moverme de aquí. Sería una desconsideración muy grande no estar en casa, cuando el ex obispo de Cracovia, es decir, el mismísimo Papa, llame a mi puerta.

Escrito por el Descubridor, desde Buenos Aires, para Ninguna Cadena.


El primer premio o cuentito edificante para envidiosos. Enviado por Agustín

Soy Agustín de Necochea, tengo 20 años y soy hermano mayor de Juan, de 18
Por ahí, el cuento, es un poco largo, pero lo leí y me encantó. Me sentí un poco identificado. ¡Un beso y gracias!
Ah, es de Manuel Rodríguez.

El primer premio o cuentito edificante para envidiosos

Eran dos hermanos: Samuel y Daniel. Parecía que Dios les había dado los talentos de manera muy equilibrada porque mientras que Samuel, un año mayor que Daniel, tenía una inteligencia brillante y un afán muy grande por estudiar, Daniel era un deportista nato. Y dije equilibrio porque ni Samuel era torpe en los deportes ni Daniel era incapaz en los estudios. Es decir, en lo que no destacaban cumplían bastante bien. En palabras simples -por si un papá o una mamá está leyendo esto- un par de hijos para sentirse orgulloso y tranquilo.

Era el último año de primaria para Samuel y el penúltimo para Daniel. El mayor traía todos los meses excelentes reportes de sus avances en literatura, matemáticas, geografía, historia, arte y música. En deportes nada especial, ni muy bueno, ni muy malo. El menor en cambio traía medallas, trofeos en todos los deportes que hacía; fútbol, básquet, natación, tenis. Tenía una habilidad innata tan grande que, deporte que veía, deporte que aprendía tan bien que destacaba inmediatamente. En estudios, de forma inversamente proporcional a su hermano, nada especial, ni muy bueno, ni muy malo. Así transcurría tranquila la vida para los dos hermanos y sus papás. Hasta que ocurrió lo que da lugar a esta pequeña historia.

Terminaba el año y el colegio se preparaba para premiar a sus mejores alumnos. El coliseo estaba completamente lleno de papás y mamás. Algunos un poco aburridos de hacer todos los años lo mismo pero todos siempre esperanzados de ver a sus hijos crecer en estatura e inteligencia. El director dio un pequeño discurso sobre lo que se había hecho en el año, la importancia del estudio y el deporte para la formación de los chicos. Los que terminaban quinto de media dejaban la posta a los que recién iniciaban sus estudios. Más de una lágrima en papás, mamás y algún adolescente que se hacía el resfriado para disimular lo que sentía como si fuera vergonzoso emocionarse por terminar once años de estudios. Pero en fin, ese no es el asunto para el que se ha escrito esta historia.


La cosa fue en la premiación. Samuel, Daniel y sus papás sabían que esperarían casi hasta la mitad de la ceremonia porque los años superiores se premiaban al final de cada nivel. Llegaron a quinto de primaria y no hubo sorpresas. Terceros y segundos: los de siempre. Primeros los de siempre. Primer puesto general en deportes: Daniel L. En estudios: Enrique F.

Hasta ahí todavía no había ocurrido nada que quebrase la rutina de todos los años. Claro, tiene usted razón querido lector, si no ocurre algo inesperado para qué estaríamos contando la historia. Todo lo dicho hasta aquí sería irrelevante si no hubiera ocurrido lo que viene a continuación pero si no lo hubiéramos contado no podríamos decir qué es lo inesperado que dispara el asunto por el cual vale la pena contar la historia.

Vino la premiación de quinto de primaria. Terceros y segundos los de siempre. En algún caso un segundo era ahora tercero y un tercero, segundo. Y, dependiendo del humor de los papás, era drama o algo que se tomaba con serenidad. A mí, que nunca fui ni primero ni segundo, me parece que no habría que hacer un drama en ningún caso, pero qué le vamos a hacer…

Los papás –lo digo por si algún chico está leyendo esto- también tenemos nuestros problemas de valoración y se los colgamos a ustedes. Es injusto, lo se y lo sabemos. Pero qué le vamos a hacer. Cuando tengan ustedes sus hijos y sientan esta dulce angustia por ellos probablemente entiendan porqué hacemos dramas con eso de las notas o los deportes. Además hay que aprender a perdonar. Y perdonar es perdonar errores de a de veras, no cosas fáciles. Pero ese no es el asunto para el que se cuenta esta historia.

Además yo que tengo la autoridad de nunca haber sido –aunque ahora que me acuerdo alguna vez fui tercero- digo que ser segundo o tercero no está nada mal ¿No? Pero tampoco este asunto de los terceros y segundos es importante. La cosa ocurrió con el primer puesto en estudios. En deporte ya todos sabían: Daniel L. había ganado hasta a los de sexto. De verdad que era una especie de Aquiles escolar. Y por lo demás simpáticamente inconsciente de ser el mejor. A él lo que le gustaba es que los deportes existan y cuanta más gente los jugara para poder participar, más contento se sentía. Aunque no lo creas querido lector, hay gente así y a los que no fuimos ni terceros –aunque creo que sí, en segundo de primaria fui tercero… para ser sinceros de una vez, me acuerdo perfectamente y aquí conmigo tengo mi medalla de bronce- a veces nos gusta colgarles defectos que no tienen.

Qué le vamos a hacer… la naturaleza humana está herida por el pecado. Muchos hubieran querido que Daniel L. fuera soberbio o no saludara a los demás por ser él un triunfador indiscutible. Pero no, Daniel L. felicitaba a los segundos, a los terceros, a los cuartos, y hasta los últimos gordos miopes que no podían saltar una valla los animaba. Los abrazaba como si fuera su fan número uno. De verdad que le daba lo mismo perder o ganar. Créame querido lector, esa gente existe. Yo la he visto con estos ojos miopes.

Entonces. En deportes todo igual. En el pequeño mundo de sexto de primaria había una gran expectativa aunque cuando siempre ha sido primero el primero, la gran expectativa es de los segundos. Todos ya sabían que iba a ganar Samuel L. porque siempre había sido así. Pero no. Aquí ocurre lo que dispara el drama. No ganó Samuel. El director dijo otro nombre. El segundo era ahora primero y el primero, segundo.

Samuel era muy parecido al hermano pero no tenía esa generosidad que parece propia del deportista. No tengo ninguna teoría pero parece ser que los estudios lo encierran a uno un poco más en uno mismo. O en todo caso la vanidad de la inteligencia parece ser más dañina que la del cuerpo porque los límites no se ven tan claro. O, quien sabe, algo se le metió a Samuel en ese momento. Algo que no podemos explicar bien. Algún tipo de veneno le entró al corazón. Los viejos luchadores espirituales lo llaman envidia. La teología espiritual lo llama demonio. La gente de a pie en el Perú, piconería.

Todos se sorprendieron pero ahí quedó el asunto. Algún envidioso se alegró con la caída del primer puesto pero nada más. No fue así para Samuel. Las felicitaciones por el segundo puesto lo amargaban aún más. Y peor aún las felicitaciones por el primer puesto en deportes de su hermano. Y más grave todavía lo ponía la limpia generosidad con la que su hermano lo felicitaba. No llegó a pensar nada en concreto pero sentía que debía vengarse. No sabía de quién ni porqué. Le parecía que todo era injusto. Alguien debía tener la culpa por lo que le pasaba.

Gracias a Dios, y nunca tan bien dicho, los papás de Samuel no eran tontos –o no tanto- que no se dieran cuenta de lo que pasaba en el corazón de su hijo –aunque no lo crean, también hay padres así queridos chicos, yo los he visto con mis propios ojos miopes-. Veían crecer esa mala hierba en el corazón de su Samuel.

Un día fue el papá, claro, alentado por la mamá, el que decidió hablar con él. Y en el momento más oportuno. Y de la mejor manera –y no se escapa a quien está acostumbrado a leer estas cosas, no se escapa digo que Dios estaba en todo el asunto- se le ocurrió contarle la historia de Caín y Abel. Además lo hizo como contándole un problema suyo cuando era escolar. En síntesis, un genio este papá. Pero todos sabemos que el genio no era él, o no sólo él, sino que la genialidad brota, como siempre de esa semilla que Dios siembra en los papás –y en las mamás también- para que germine en el momento más oportuno.

La cosa es que cuando papá llegó a la parte en que Dios le pregunta a Caín porqué no puede levantar la cabeza, Samuel rompió a llorar y lo abrazó con todas sus fuerzas. El veneno había sido vomitado. Entonces todos en la familia –en el colegio no, porque son pocas las gentes que se dan cuenta de estas cosas tan importantes- digo todos en la familia, se dieron cuenta que Samuel había ganado en realidad el primer premio. Y hasta la alegría de Daniel fue superada por la de su querido hermano mayor.

Manuel Rodríguez



Manuel Rodríguez: Tengo varios años de papá. Tengo muchos más de hijo. Siendo hijo me sabía quejar de mis papás. Siendo papá me sabía quejar de mis hijos como probablemente se quejaron de mí mis papás. Un día decidí dejar las quejas y tratar de vivir con sensatez las dos cosas. Bien difícil había sido, oiga. Así que el otro día se me ocurrió escribir la experiencia, no vaya a ser que haya otros papás (y mamás) en similar situación. Y otro día más decidí poner todo en un blog. Y aquí estamos, esperando ayudar y ser ayudados.

Amor-amor que es, simplemente amor. Amor y amor... ¡y nada más que amor! - Contesta VIC de Ávila

¡Todo era amoramor! No había nada más que amor.
En todas partes se encontraba amor. No se podía hablar más que de amor.
Amor pasado por agua, a la vainilla, amor al portador, amor a plazos. Amor analizable, analizado. Amor ultramarino. Amor ecuestre.
Amor de cartón piedra, amor con leche… lleno de prevenciones, de preventivos; lleno de cortocircuitos, de cortapisas.
Amor con una gran M, con una M mayúscula, chorreado de merengue, cubierto de flores blancas…
Amor espermatozoito, esperantista.
Amor desinfectado, amor untuoso…
Amor con sus accesorios, con sus repuestos; con sus faltas de puntualidad, de ortografía; con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.
Amor que incendia el corazón de los orangutanes, de los bomberos. Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas, que arranca los botones de los botines, que se alimenta de encelo y de ensalada.
Amor impostergable y amor impuesto.
Amor incandescente y amor incauto.
Amor indeformable. Amor desnudo.
Amor-amor que es, simplemente amor. Amor y amor… ¡y nada más que amor!


Oliverio, Girondo (1891 – 1967) Poeta argentino que adhirió a la estática de las vanguardias durante la década del ´20. Su obra marcó la literatura argentina contemporánea. Entre sus títulos más destacados están: Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, Espantapájaros, Persuasión de los días, En la masmédula.

“Todo era amor” en Espantapájaros, 1932. Tomado para la edición de Veinte poemas para ser leídos en el tranvía…, Buenos Aires, Biblioteca Básica Argentina, Centro Editor de América Latina, 1991. Gentileza herederos de Girondo.


Video: Emilie Simon Flowers



Gentileza: Vagabundia

Emilie Simon: Flowers (traducida al castellano)

i want to buy you flowers (quiero comprarte flores)
it's such a shame you're a boy (es una pena que seas un chico)
but when you are not a girl (pero cuando no eres una chica)
nobody buys you flowers (nadie te compra flores)

i want to buy you flowers (quiero comprarte flores)
and now i'm standing in the shop (y ahora estoy parada en la tienda)
i must confess i wonder (confieso que quiero saber)
if you will like my flowers (si te van a gustar mis flores)

you are so sweet and i'm so alone (eres tan dulce y yo estoy tan sola)
oh darling please (oh, querido, por favor)
tell me you're the one (dime que tú eres el que espero)

i'll buy you flowers (te voy a comprar flores)
i'll buy you flowers (te voy a comprar flores)
like not other girl did before (como ninguna chica hizo antes)

you were so sweet and i was in love (eras tan dulce y yo estaba enamorada)
oh darling don't tell me (oh, querido, no me digas)
you found another girl (que encontraste otra chica)
forget the flowers (olvídate de las flores)
because the flowers (porque las flores)
never last for ever (nunca duran para siempre)
never last for ever (nunca duran para siempre)
never last for ever (nunca duran para siempre)
my love (mi amor)
.................................
Imágen seleccionada:

¿Qué es? Pregunta Alberto Juárez

Estar alegre, suave, áspero
triste
ardiente, deseado, apasionado
animoso, altivo.
Mezcla rara de un sentir dulce
desnudo, transparente, tierno
extraño, eterno, fugaz
deleitoso, atrevido, esquivo.
Ser humilde
hermoso, fragante, puro
inquieto, inocente, culpable
insobornable
íntimo
infinito, liberal, leal
mortal.
Mostrarse
nostalgioso, ofendido
prodigioso, profundo
seguro, incierto, perdido
receloso, satisfecho
callado
cobarde, valiente, fugitivo.
El amor
¿un sustantivo?


( photo by gelliespinault )

GRANDES INSULTOS – de Oliverio Girondo -

Aquí les traigo un texto de Oliverio Girondo, donde hay una serie de insultos bastante imaginativos.

ESPANTAPÁJAROS 21

Que
los ruidos te perforen los dientes, como una lima de dentista, y la memoria se te llene de herrumbre, de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros, una pata de araña; que sólo puedas alimentarte de barajas usadas y que el sueño te reduzca, como una aplanadora, al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle, hasta los faroles te corran a patadas, que un fanatismo irresistible te obligue a posternarte ante los tachos de basura y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un meadero.
Que cuando quieras decir "Mi amor" digas "Pescado frito"; que tus manos intenten estrangularte a cada rato, y que en vez de tirar el cigarrillo, seas tú quien se arroje a las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones; que al acostarse junto a ti; se metamorfosee en sanguijuela, y que después de parir un cuervo, alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto, para que los espejos, al mirarte, se suiciden de repugnancia, que tu único entretenimiento consista en instalarte en la sala de espera de los dentistas, disfrazado de cocodrilo, y que te enamores, tan locamente, de una caja de hierro, que no puedas dejar, ni un sólo instante, de lamerle la cerradura.

Oliverio Girondo, Espantapájaros y otros cuentos.

Gentileza: María Luján

“Soy de Mercedes, provincia de Buenos Aires, Argentina. Tengo 18 años y estoy recibida de soñadora compulsiva”.

El bautismo. Contado por Bugman


-El sábado a la mañana tenemos un bautismo, me dijo.
-Ajá, -contesté yo-. ¿Y en dónde es?
-En la casa del padrino.
-Ajá. ¿Y se puede saber quién es el padrino?
Ella pronunció el nombre de un político muy conocido. Que había llegado muy lejos en su carrera. De hecho, había llegado todo lo lejos que se podía llegar.

Realmente no quería ir. Pero sopesando las consecuencias de mi potencial negativa, me resigné y acepté.
Luego de haber comprobado no sin cierta sorpresa que el traje que me había comprado hacía apenas un año había sufrido una inexplicable transformación consistente en alejar los botones del saco de sus correspondientes ojales, y abreviar las perneras del pantalón dejando a la vista y paciencia de todo el mundo mis tobillos, tuve que adquirir un atuendo nuevo esa misma tarde, y convencer al sastre de que necesitaba que le hiciera los pequeños arreglos de rigor en dos horas. Fue allí que aprendí que mencionar que uno debe acudir a un acontecimiento social en la Residencia Presidencial ayuda a mejorar instantáneamente la productividad de los sastres. Lo curioso es que no me exigieran prueba alguna de mis dichos. Al parecer, la gente puede mentirle a sus cónyuges o al fisco, pero si dice que tiene que ir a un bautismo en la casa del Presidente, indudablemente estará diciendo la verdad.

Al menos yo no mentía, razón por la cual el sábado aquél estuve allí con mi acompañante (en rigor de verdad, ella estuvo allí con su acompañante, que venía a ser yo) a la hora que decía la invitación con el sello oficial. Por aquellos años la Residencia estaba custodiada por el Ejército, y el soldado de la puerta nos dejó pasar sin demasiadas preguntas. Se ve que no tengo el fisique du rol de magnicida.

Hay una capilla dentro de la casa del Presidente, y allí se hizo la ceremonia religiosa. Me quedé muy atrás y no vi nada, y cuando terminó el asunto salí entre los primeros. La madre del pequeño cristianizado era periodista y parecía que había llevado a todos sus amigos, porque en el trayecto entre la capilla y el salón donde se haría la recepción me deben haber tomado unas cuatrocientas fotografías.

Una vez comenzado el cocktail, mi papel de acompañante se desdibujó, porque la mujer culpable de mi presencia en ese lugar desapareció para mezclarse entre los invitados y me dejó solo. Me convertí en lo que cualquier individuo cuya invitación es fruto del azar puede ser en una reunión en la que se siente particularmente fuera de lugar: una combinación de hombre invisible y depredador de sandwichitos. Que después de todo, al menos en parte, se habían pagado con mis impuestos. (Y también los suyos, amable lector, si es que usted reside en Argentina).

El Presidente se paseaba de aquí para allá todo sonrisas, rodeado de un enjambre de obsecuentes bastante desagradable. Me mantuve al margen dentro de lo que era posible sin despertar las sospechas de los infaltables muchachos de la custodia.
Pero en un momento yo quedé ubicado cerca de una puerta por la que el Mandatario se dispuso a salir. Y cuando pasó al lado mío, me palmeó la espalda y me dijo algo como: -Ehhhjeje.
En aquellos años yo desconocía completamente el protocolo adecuado para responderle a un Presidente que palmeándole a uno la espalda le dijera "ehhhjeje" (desconocimiento que, por otra parte, dura hasta estos días), así que hice lo que cualquier individuo decente haría cuando un desconocido le manifiesta una cordialidad injustificada, es decir lo miré y le dije : -¿Perdón?

Y el hombre que formalmente venía a ser el más poderoso del país, por un instante fugaz, se sintió más incómodo que yo. Y con un pequeño titubeo, respondió: -Eh...no, digo, que si la está pasando bien.

-Ah, sí, claro, muchas gracias-dije a mi vez mientras los gorilas de la custodia empezaban a memorizar mi rostro. El hombre siguió su camino y calculo que los dos nos sentimos un poco aliviados de que así fuera.

Un caballero rubicundo de porte muy distinguido (de notable parecido físico con Marcos Mundstock, de Les Luthiers) que había estado observando la escena a pocos pasos se me acercó riendo, y me dijo en un español con un suave acento que no llegué a identificar: -Veo que usted no es de los que se impresionan.

-Bueno. -dije yo- es que él no es realmente impresionante. Y en verdad no lo era. No en persona. Si le quitaban los atributos de su investidura y el aura inevitable del poder, podía pasar perfectamente por un tío medio pintoresco que venía del interior. Bueno, quién sabe, a lo mejor ahí residía su atractivo.

Mientras hablaba con el caballero distinguido habían puesto música y algunas mujeres salieron a bailar, casi todas haciendo gala de un inexistente sentido del ridículo, pero entre ellas había una mulata de cuerpo escultural que se movía con una gracia que quien escribe tal vez podría lograr en unas treinta reencarnaciones.

-Eso sí que es impresionante- le dije a mi rubicundo interlocutor señalando discretamente a la morocha.

Y el caballero se rió otra vez, y me dijo: -Es cubana. Y es mi esposa.

Me quedé callado. Los últimos cinco minutos habían sido tal vez los más productivos de mi vida: había casi metido la pata con un Presidente, y ahora estaba completando la operación con un desconocido con aspecto de ser alguien importante. Y la custodia presidencial me seguía observando con cara de pocos amigos.
El segundo momento incómodo desapareció tan rápidamente como había llegado cuando el caballero se presentó, es decir, me dijo un nombre que no recuerdo, un apellido impronunciable y agregó su ocupación al final. Era el Embajador de Suecia.
Yo me presenté diciendo: -Bugman. Sinceramente no sé que estoy haciendo aquí.
Y el Señor Embajador de Suecia se rió fuerte, sinceramente, con alegría.
Y en ese momento fue el único amigo que tuve.

El resto de la reunión transcurrió sin sobresaltos, el Embajador y yo nos presentamos mutuamente nuestras parejas, charlamos y nos despedimos con la promesa de una cena en la Embajada. (Desgraciadamente, pocos días después nuestro amigo sueco fue trasladado a no se donde y nunca lo volví a ver).

Quedaron como recuerdo de ese bautismo algunas fotografías que salieron publicadas en una revista que ya no existe, yo estaba en algunas con un epígrafe que contenía mi nombre mal escrito. También me enviaron una que no fue publicada. En ella pueden verse a mi pareja de entonces, al Presidente y a mí. Él y yo teníamos pelo.

Cómo pasa el tiempo.

Buenas noches.

Autor: BUGMAN

Nací a muy temprana edad. Ahora aquí me ven. (Lo que sucedió entretanto no viene al caso).

¡¡GRACIAS BUGMAN!!

LA FUERZA DEL AMOR... Texto y video enviado por Vic


El núcleo del amor es la fuerza, el valor que mostramos para luchar por lo que amamos, la fortaleza para defender lo que más apreciamos, enfrentar desafíos, superar barreras, derribar obstáculos.

Cuando el amor es auténtico surge con la fuerza de la audacia, el atrevimiento, la osadía que nos lanza a correr riesgos para conquistar lo que amamos; es en esa entrega sin condiciones donde surgen fortalezas donde antes no las había.

El amor nos da el valor de:

- Luchar por nuestros sueños.
- Dar la vida por los que llevamos en el corazón.
- Modificar nuestra propia existencia.
- Cambiar nuestro ser.
- Rebasar el límite de nuestras potencialidades.

El amor nos da la fuerza:

- Para respetar a los seres que amamos.
- Para sonreír a pesar de las adversidades.
- De la humildad para pedir perdón.
- La grandeza de la comprensión.
- La nobleza de perdonar.

El amor nos da el poder:

- Para manifestar nuestras emociones.
- Para alcanzar estrellas.
- Para convertir nuestros sueños en realidades.
- Entregar nuestra vida por un ideal.

El amor nos transforma en seres superiores, nos despierta nuestra capacidad de asombro, nos da la sensibilidad de la contemplación, nos impulsa a niveles infinitos, nos da la fuerza para recorrer nuestra vida con un espíritu invencible y nos impulsa a alcanzar lo imposible.

Vic.
Video: VALORES MARCIANOS



"Sólo en sueños, en la poesía, en el juego... nos asomamos a veces a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos"

(Julio Cortázar, "Rayuela")

“El valioso tiempo de los maduros”. De Mario de Andrade (Poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño) Enviado por Vic desde Ávila, España.

“…Conté mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora...

Me siento como aquel chico que ganó un paquete de golosinas: las primeras las comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocas, comenzó a saborearlas profundamente.

Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.

Ya no tengo tiempo para soportar absurdas personas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.

Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.

No tolero a maniobreros y ventajeros.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.

Detesto, si soy testigo, de los defectos que genera la lucha por un majestuoso cargo.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa.........

Sin muchas golosinas en el paquete...

Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reír de sus errores.
Que no se envanezca con sus triunfos.
Que no se considere electa antes de hora.
Que no huya de sus responsabilidades.
Que defienda la dignidad humana.
Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.

Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas…..
Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñó a crecer con toques suaves en el alma.

Sí…. tengo prisa… por vivir con la intensidad, que solo la madurez puede dar.

Pretendo no desperdiciar parte alguna, de las golosinas que me quedan…
Estoy seguro que serán más exquisitas, que las que hasta ahora he comido.

Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.
Espero que la tuya sea la misma, porque de cualquier manera llegarás......"

De Mario de Andrade (Poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño)

Enviado por Vic, desde ÁVILA, España.

ÁVILA es la ciudad donde se encuentran el patrimonio, la historia y el arte, la gastronomía, la fiesta y la mística, la cultura y la naturaleza. ÁVILA es ciudad antigua, medieval, de las tres culturas, del Patrimonio de la Humanidad, del Camino de la Lengua, de la Red de Juderías. ÁVILA es ciudad actual, que se une a la modernidad, a la calidad turística, al confort, al turismo accesible y social. Sólo falta que venga para comprobarlo. ÁVILA te abre las puertas.

Foto: El Poder de la Palabra http://www.epdlp.com/
El Poder de la Palabra es una web dedicada a la prosa poética, en ella encontrarás fragmentos de textos literarios, así como la biografía e imágenes de sus autores....Para acompañarte en la lectura podrás ver también... obras de arte, imágenes de edificios, composiciones clásicas, bandas sonoras y una selección de los más importantes premios literarios, artísticos y culturales.

Acompañándome en mi desvelo... Por Alberto Juárez

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Hace algún tiempo..., en circunstancias que no viene al caso mencionar ahora, me encontraba viajando en un tren con destino a Perú.

En el asiento contiguo, viajaba un hombre, cuya edad me resultaba imposible calcular. Con paso de las horas, la mutua, pero discreta observación, fue dando lugar al intercambio de comentarios intrascendentes, hasta que mi compañero, extrajo de un bolso tan viejo como él, una bolsita de papel con algún tipo de alimento y gentilmente me convidó...

En estas latitudes y circunstancias no se pregunta nada..., se acepta o se rechaza..., y mi estilo es aceptar. El charque de mono no es exactamente un manjar, pero para nada es desagradable..., es salado y bastante duro, algo así como el sustituto subdesarrollado de las papas fritas.

Casi al llegar a nuestro destino, ya sabíamos algo el uno del otro..., en realidad no mucho, lo importante, era que nos caíamos bien y cruzamos nuestras direcciones en un mundo donde el e-mail todavía no se había inventado.

Con el tiempo, más de dos años, recibí una carta de amigo, donde me invitaba a encontrarnos durante el mes de octubre del año siguiente, en un lugar del Brasil donde convergen dos afluentes secundarios del Amazonas.

El motivo de la invitación, era hacerme partícipe de un negocio de compraventa de piedras semipreciosas, que era el medio de vida de mi, ya para entonces, viejo conocido.

En el momento de recibir y leer su carta yo ya sabía cual era mi respuesta, pero de ninguna manera, podía escribir a mi amigo diciéndole que no iría.
Hay cosas que no se pueden escribir, ni mandar decir, porque el negocio francamente no me interesaba, pero la idea del viaje y el reencuentro sí me entusiasmaban.

Llegué mucho antes, no recuerdo si una semana o más, el tiempo suficiente para imaginar, que tal vez, mi amigo nunca llegaría y mi viaje no tendría otro motivo, que el que el destino quisiera, caprichosamente, asignarle.

En esas estaba yo, cuando apareció mi amigo, en el mismo lugar donde me había indicado por carta que lo haría, un muelle sobre el rió, cerca del mercado, en el mes de octubre.

Estuvimos juntos tres días, tomamos muchísima cerveza y yo le contagié, según él mismo siempre me reprochó, el hábito del mate.
Me contó muchas cosas de su vida, en Europa y en América, y siempre supe que el motivo de su invitación nunca había sido el negocio de las piedras, sino que alguien siguiera llevando sus recuerdos el día que él muriera...

Así pudo elegir él, que pedazos de su vida, arrebatarle a la muerte y al olvido, así pude yo, arrebatarle al pasado, un pedazo de tiempo no vivido..., y aprender que la palabra es el arma con que los hombres podemos derrotar al tiempo, que no es otra cosa, que el nombre que le damos, al cínico preludio de la muerte.

Alberto Juárez

Entre la vida y la muerte. Escrito por Jaime Trujillo Escobedo - España -


Hoy te traigo este artículo, es algo muy personal pero a la misma vez algo que te gustará, está escrito de una forma muy normal, y todo lo que cuento es real.

Puede que pienses que este artículo va a decir algo informativo, o algo sobre información, quizás algo relacionado con el abandono... pero no es así. Te aseguro que si lo lees, mirarás a los ojos de un perro y te darás cuenta de que no todo es belleza, hermosura o carácter, no todo debe ser perfecto para tener un gran corazón.

Ayer por la mañana, fui con un amigo a una perrera que hay aquí en Canarias. El quería adoptar un perrito, y yo lo acompañé. Nunca había visitado una perrera, pero sabía que no podría imaginarla, no sabía como sería ni lo que podría encontrarme.

Entramos por una gran puerta de hierro, cubierta de tela metálica. Caminamos por un largo pasillo, yo podía oír unos ladridos, mejor dicho, eran varios ladridos, pero no sabía lo que podría ser. Sabía que había perros, pero no sabía como serían, como estarían, ni cuántos habría.

El empleado nos abrió la puerta. Vi muchísimas jaulas, unidas, con paredes de tela metálica, candados en todas las puertas, el mismo comedero en cada una y un cobertizo para que pasaran la noche los perros.

Lo peor no era el espacio, lo peor no era la situación en la que estaban, tampoco importaba pensar en su ejercicio, ni en su aspecto, lo realmente triste e importante era saber, que algún día podrían ser sacrificados, o, si tuviesen suerte, conseguir una buena familia que los cuidase y ofreciese una vida mejor.

Caminábamos por los pasillos, observando cada uno de los perros que estaba allí. Mi amigo buscaba uno bonito, un Yorkshire para ser exactos. Yo no podía hablar, estaba cautivado por un sentimiento muy extraño, un sentimiento que nunca antes había sentido, me sentía culpable, me sentía mal por no poder ayudar a todos los perros que veía a cada paso que daba.

Sus caras, sus rostros, nunca había visto algo igual. Hay muchos rostros de tristeza por Internet, de animales y personas, pero os aseguro que varios de estos rostros ganarían el puesto a muchos rostros de tristeza en perros. Tenían un rostro triste, apagado, era algo demasiado triste. Trataba de acariciarlos a todos y cada uno de ellos, tratando a todos por igual, intentando meter mi mano por aquellos barrotes, aquellos barrotes que los separaban de una vida feliz o una muerte sin razón.

Yo no puedo explicar mucho más de lo que dije, pero os aseguro que ahora mismo, ahora estoy llorando, y os prometo que si vierais lo mismo que yo, lo mismo que he visto, lo mismo que he sentido, si os dierais cuenta de lo que sufren esos perros, miraríais al cielo de otra manera, y vuestro mundo sería diferente.

Se que un perro, al fin y al cabo, es un animal. Se que hay muchísima pobreza en el mundo, muchos orfanatos con gente muy triste, gente que no tienen la culpa de vivir así, gente que no ha tenido mucha suerte, pero al fin y al cabo, todos somos seres vivos. Deberíamos pensar que un perro no es sólo un perro, es un animal, tiene sentimientos, y lo más importante debemos pensar que ellos nunca nos abandonarían, nunca nos dejarían al borde entre la muerte o la vida, nunca nos meterían en una jaula y por supuesto, nunca serían tan injustos como lo somos nosotros.

Los dependientes y dueños de las perreras son unas maravillosas personas, son héroes del mundo animal. Intentan cada día, cada hora, cada minuto hacer que la vida de estos animales sea un poco mejor, les dan a esos perros una oportunidad para curar esa gran herida que les hicieron sus dueños. Tratan de quererlos, de cuidarlos y de darles un poco de amor, pero aún así, aún con todo el amor que ellos les den, siempre se sabe que ellos no los adoptarán. Lo adoptará gente como tú, quizás algún pariente, alguien que quiera un compañero fiel.

Cuando vamos a alguna tienda de animales y vemos esos cachorritos tan lindos, nos cegamos por un rostro muy incierto, el rostro de esos cachorros es muy alegre, es un rostro que demuestra confianza, y por supuesto, demuestra oportunidades, oportunidades de encontrar una familia que le quiera, pero lo más importante, en sus rostros no hay ese sentimiento del miedo, de la inseguridad, no hay un rostro que se pregunta cuándo será su último día, cuando podrá encontrar una familia de verdad o cuando desaparecerá de este mundo, y este rostro se ve perfectamente en un perrito de cualquier perrera.

Con este artículo no quiero obligar a nadie a adoptar un perro ni nada por el estilo, sólo quiero haceros entender que no importa el aspecto, el color, la forma... que todos son buenos seres, y que un pequeño detrás de un escaparate tiene más posibilidades de ser feliz que un pequeño de su misma edad, pero en vez de estar tras un cristal está tras una enorme puerta con rejas.

La única diferencia que hay es la de poder cambiarle la vida a un perro que quizás a sufrido muchísimo más que ese gordito pequeñín del escaparate.

El título lo elegí pensando en esos perritos, nunca sabrán si tendrán una vida digna o una muerte injusta, solo buscan una esperanza, una esperanza de encontrar una familia que los quiera.

Escrito por:
Jaime Trujillo Escobedo


Muchas gracias por haberme dado a mí también la oportunidad de poder "difundir" uno de mis artículos en un lugar tan maravilloso como es el sitio web de una Biblioteca.

Jaime

ESPERANDO MORIR... en la oscura noche de Malvinas ... Por Alberto Juárez


El reloj indica que faltan menos de dos minutos, la espera se hace eterna... tensa...

Se instala en uno, una desagradable mezcla de sensaciones corporales: frió y sudor al mismo tiempo, las piernas flojas... la ropa mojada adquiere el fétido aroma del orín rancio acumulado, mezclado con la tierra, las heces y la sangre...

Las manos mugrientas..., infinitamente mugrientas parecen no ser nuestras..., casi con asco las vemos, ajenas a nosotros, manipular los instrumentos de la muerte. En un instante pienso que nunca más podré comer con esas mismas manos... que ya nunca volverán a prodigar una caricia a nadie, que ya no son manos, sino arañas brutalmente emancipadas que jamás obedecerán lo que mi mente o mi alma les transmitan...

Menos de un minuto..., la espera se torna insoportable, me mintieron de nuevo..., no es mi vida la que veo pasar por mi recuerdo, es la vida, que mañana muchos no van a vivir, la que me pasa por delante.

Treinta segundos..., estoy seguro que voy a morir hoy, y no me importa. De alguna manera sé que el fin llegará rápida y brutalmente..., no puedo pensar en otra cosa..., no puedo.

Ya no soy un ser humano, ni siquiera un animal..., la degradación que infunde el miedo no se olvida..., tampoco la furia que lo desplaza y todo lo gobierna..., nada de esto puede ser real..., nada de esto puede estar pasando...

Una mano, que antes fue parte de mi cuerpo, dispara la bengala..., el mensaje es claro para todos..., y ya nadie puede evitar, que una parte del infierno se instale en ese instante, en ese lugar...

Estoy aturdido..., las cosas siguen sucediendo dentro de una confusión imposible de narrar..., nada es descriptible..., todo es confusión y oscuridad..., no se a quien mato, ni porque..., somos patéticos muñecos, bailando grotescamente, los arrítmicos compases de la muerte.

Entonces entiendo lo que pasa, este invento macabro es el juego preferido del infierno..., sólo así se entiende..., es Satán que se adueñó de todos y de todo..., es su hora..., y la Bestia la disfruta.
Voy a matar de nuevo..., tengo el tiempo y la ventaja para hacerlo..., y así seguir jugando el juego que otros quieren...

¡¡¡ Matame gringo hijo de puta !!!... es lo que escucho gritar a mi boca desde adentro..., porque mis oídos ya no sirven y un chillido permanente los estalla.

Dos reflejos blanquecinos..., dos ojos detrás de un rostro deformado por la mugre y por el miedo, me miran un instante... para verme caer arrodillado..., y pudiéndome matar..., se pierden con su dueño, en la oscura noche de Malvinas ...

Alberto Juárez (1982)
 
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